Caminar, una actividad cotidiana que hacemos con tanta naturalidad que nos resulta muy simple, se trata en realidad de una función compleja que involucra la conjunción de numerosos sistemas tanto motores como cognitivos y emocionales de la persona.

La marcha es una conducta automatizada, esto significa que ya se aprendió en un momento previo de nuestra vida y que por eso, cuando la realizamos, no necesitamos prestar atención salvo que ocurran eventos inesperados. Cuando iniciamos la marcha se activan los centros del sistema nervioso central (SNC) encargados de llevarla a cabo regulando la velocidad y las características del paso, la estabilidad, la coordinación y las estrategias. De este modo, no tenemos que ir pensando de una forma consciente cómo y cuándo damos cada paso, dejando disponibles el resto de nuestros recursos atencionales.

Además, la  marcha depende en gran medida de la función cognitiva, específicamente de la función ejecutiva que permite el desempeño adecuado frente a acciones simultáneas (doble tarea), tales como caminar mientras hablamos con alguien, nos fijamos en los carteles para buscar una dirección concreta o llevamos cosas en las manos.

 

 

Estas acciones simultáneas a la marcha, implican que el individuo cuente con recursos cognitivos suficientes para adaptarse a las variables motoras que puedan aparecer mientras atiende a una serie de estímulos o demandas ambientales (desnivel, cambios de terreno, obstáculos, interferencias…). En este sentido, la demanda atencional o las distracciones pueden provocar una disminución de los recursos disponibles para mantener el control postural o la marcha, predisponiendo a la persona a la caída.

En personas con afectación neurológica, sea por Daño Cerebral Adquirido (DCA) o por enfermedad degenerativa, es muy frecuente que se vean alteradas las capacidades motoras y/o cognitivas, interfiriendo de algún modo en la capacidad para caminar de forma segura. En concreto, la marcha se considera un factor clave para determinar el estado funcional y la independencia de una persona.

Una vez que se han trabajado con el paciente en sala, de forma aislada, los diferentes componentes imprescindibles para la puesta en marcha, necesitamos pasar a una actividad más global, como es la marcha en cinta, que permita recuperar una automatización de la marcha al incorporar alguna función cognitiva como atención, memoria o fluidez verbal con las actividades en el televisor o realidad virtual. Este entrenamiento se considera un paso intermedio antes del objetivo final que será caminar en un contexto exterior lleno de distractores, ya que nos ofrece la posibilidad de aportar un entorno seguro al controlar ciertas variables como la velocidad, la estabilidad y la complejidad de la tarea cognitiva.

Desde NEUROAL destacamos la importancia de promover en nuestro tratamiento la estimulación cognitiva además de la motora de una manera holística,, para mejorar la marcha y mantener la funcionalidad de nuestros pacientes.

 

 

 

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