Todos alguna vez hemos escuchado los términos “independiente” o “dependiente”. Quizás alguna de esas veces lo habremos hecho con algunas dudas al respecto, más dudas si cabe cuando hablamos de dependencia leve, moderada o severa. Pero, ¿qué implican realmente todos esos términos? ¿Qué entenderán por ello los que valoran así a mi familiar?
Lo que pocas personas conocen es que existen profesionales que se encargan de entender, estudiar, mantener, mejorar, modificar y adaptar aquellos aspectos vitales que determinan que una persona sea o no independiente. Pudiendo ayudar a prevenir o retrasar la dependencia y la pérdida de función, contribuyendo a una mayor participación, un mejor desempeño de actividades y con ello, incrementando la funcionalidad.
A nadie nos cuesta ver que cuando una persona tiene dificultades para levantarse de la cama o pasarse de la misma al sillón, depende de la ayuda de otra persona para realizarlo y que por tanto en ese aspecto es dependiente. Un poco más difícil de ver es el caso de la ayuda puntual, la supervisión de las actividades o la ayuda mediante pistas que prestamos a nuestros familiares. Porque sí, cada “acuérdate de la medicación”, “ya tienes la ropa preparada” o el servir la comida partida, cuenta. Y todas estas pequeñas y sutiles diferencias, apenas perceptibles entre lo que puede hacer o le resulta difícil hacer, y puede hacer pero no lo hace, son las que determinan que una persona sea dependiente o no, y en qué grado.
Se dice que una persona es completamente independiente cuando dispone de la capacidad de desempeñar todas las funciones relacionadas con la vida diaria, acorde a su edad y contexto. Es decir, cuando es capaz de vivir con independencia en la comunidad recibiendo poca o nula ayuda de los demás. La dependencia llega en el momento en que empezamos a necesitar ayuda para la realización de todas estas actividades. Ya sea desde la mera supervisión, necesidades de recordatorios, apoyo puntual o la asistencia constante para realizar la actividad. El grado de dependencia es proporcional a la cantidad de ayuda que la persona necesita para valerse por sí misma.
Ya sea después de un daño cerebral, a lo largo de una enfermedad degenerativa, tras un traumatismo craneoencefálico o bajo el diagnóstico de demencia, la capacidad de desempeñar actividades cotidianas con la soltura anterior se resiente. Y aunque sea algo muy del día a día no tiene porqué quedarse en casa, un terapeuta ocupacional os puede ayudar.
La Terapia Ocupacional es una profesión que se ocupa de promocionar la salud y el bienestar a través de las actividades y el compromiso con la ocupación. Su principal objetivo es capacitar a las personas para participar en actividades de la vida diaria (las comunes y corrientes que hacemos en el día a día; Asearse, comer…), así como rehabilitar aquellos aspectos que puedan resultar deficitarios o estar entorpeciendo la participación en actividades. Los terapeutas ocupacionales también intervienen sobre el entorno, modificando aquellos aspectos que impidan el acceso a la comunidad (barreras arquitectónicas) o adaptando el hogar y las actividades a las capacidades conservadas de la persona.
Es importante entender que la funcionalidad o ser funcional es un aspecto muy complicado que depende de muchos componentes (físicos, cognitivos, ambientales…), algo así como el último escalón a conseguir a la hora de desempeñar actividades. Ser funcional implica en cierto modo “dominar” una tarea, conocer e implementar los pasos de la tarea en el correcto orden, adecuadamente secuenciados, realizarla de manera armónica, comedida y coordinada, a un ritmo y en un tiempo equilibrado y acorde a la tarea a realizar, ni muy rápido ni excesivamente lento. Ser funcional implica ajustarse ante los cambios en las demandas de la tarea, detectar errores en su ejecución y anticiparse a ellos. Implica adecuar la postura y el esfuerzo justo y adecuado para la misma, lograr el objetivo para el que la actividad ha sido ejecutada y además, aprender de la ejecución para perfeccionar el desempeño. La funcionalidad es el aspecto cualitativo de cómo desempeñamos las cosas, y aunque parezca complicado de coordinar es algo que el cuerpo adquiere automáticamente a través de la práctica. Por tanto si es algo que resulta afectado es necesario abordarlo y reentrenarlo para lograr una adecuada independencia funcional.
Desde Neuroal velamos por el correcto funcionamiento de los componentes físicos, sensitivos, cognitivos, sociales y ambientales implicados en la funcionalidad. Abordando desde nuestro equipo interdisciplinar los posibles déficits adquiridos a consecuencia del daño cerebral, reentrenando las actividades de la vida diaria y aumentando la participación en actividades significativas con el fin de incrementar la independencia de nuestros pacientes.